Ya son varios los post en los que he mencionado la importancia de tener una marca, de diferenciarte respecto a la competencia. Predicaré con el ejemplo y a continuación explicaré los pasos que seguí para crear la mía propia.

Cuando decidí crear mi empresa, y consecuentemente mi marca, tenía claro que necesitaba contar con buenos profesionales que me ayudaran a crear mi identidad corporativa. Pensé en todos aquellos con los que había colaborado durante todos estos años, y tuve claro rápidamente con quién contaría para una labor tan importante.

Tras hacer la primera llamada, me dispuse a poner sobre el papel mis primeras ideas al respecto. Nombre, claim, colores, imágenes… Tenía un mundo amplísimo en el que navegar hasta encontrar el logotipo perfecto, la marca que me representara. Porque, al fin y al cabo, eso hace un logotipo: identificar y diferenciar a una marca de otra.

Tenía claro que mi logo tenía que definirme: debía expresar mis valores, mis gustos, mi forma de trabajar. Por ello, desde el principio supe que debía llevar mi nombre y un eslogan que explique los servicios que ofrezco. Y para esto, creo que tener un nombre poco común, como es mi caso, es positivo. Llamarse Lore ha requerido aclarar centenares de veces, que no es apócope de Lorena, Loreto o Lorenza; que es Lore, a secas, y que significa flor en euskera. Ya lo tenía, mi logo debía llevar una flor. Además, iba a ser azul, color de la elocuencia. En lo que a tipografías se refiere, quería contar con una “hand made” legible y clara que representara el trabajo minucioso y personal que ofrezco a mis clientes. Una labor profesional muy personalizada, adaptada a sus necesidades concretas. El diseño concreto de la flor también intenta ser fiel a esta línea, con trazos manuales, no simétricos, que huye de la idea de un trabajo prefabricado y genérico.

Respecto al eslogan, opté por “Comunicación 360”, ya que ofrezco servicios de comunicación global, desde interna hasta externa pasando por la identidad corporativa o las redes sociales. De hecho, quería que los pétalos representaran los diferentes canales de comunicación en los que trabajo, conformando entre todos una única estrategia común, la flor en sí misma.

Con todos estos conceptos en mente, me puse en manos de expertos en branding. Durante varias semanas, me fueron ofrecieron diferentes opciones que valoramos y pulimos progresivamente hasta llegar al diseño final.

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